domingo, 11 de octubre de 2015

Ruben Dario - Caracol


 Caracol


En la playa he encontrado un caracol de oro 

macizo y recamado de las perlas más finas; 

Europa le ha tocado con sus manos divinas 

cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro. 


He llevado a mis labios el caracol sonoro 

y he suscitado el eco de las dianas marinas, 

le acerqué a mis oídos y las azules minas 
me han contado en voz baja su secreto tesoro. 



Así la sal me llega de los vientos amargos 

que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos 

cuando amaron los astros el sueño de Jasón; 


y oigo un rumor de olas y un incógnito acento 

y un profundo oleaje y un misterioso viento... 

(El caracol la forma tiene de un corazón.)


Ruben Dario - Tú Eres Mio , Tú Eres Mia





Tú Eres Mio, Tú Eres Mia 

Tú Eres Mío, tú Eres Mía
Niña hermosa que me humillas
Con tus ojos grandes, bellos:
Son para ellos, son para ellos
Estas suaves redondillas.

Son dos soles, son dos llamas,
Son la luz del claro día;
Con su fuego, niña mía,
Los corazones inflamas.

Y autores contemporáneos
Dicen que hay ojos que prenden
Ciertos chispazos que encienden
Pistolas que rompen cráneos.

Ruben Dario - Cuando Llegues a Amar

Cuando Llegues a Amar 




Cuando llegues a amar, si no has amado,

Sabrás que en este mundo
Es el dolor más grande y más profundo
Ser a un tiempo feliz y desgraciado. 



Corolario: el amor es un abismo

De luz y sombra, poesía y prosa,
Y en donde se hace la más cara cosa
Que es reír y llorar a un tiempo mismo. 



Lo peor, lo más terrible,

Es que vivir sin él es imposible. 

Ruben Dario - Campoamor










CAMPOAMOR

Este del cabello cano,
como la piel del armiño,
juntó su candor de niño
con su experiencia de anciano;
cuando se tiene en la mano
un libro de tal varón,
abeja es cada expresión
que, volando del papel,
deja en los labios la miel
y pica en el corazón.

Ruben Dario - Venus






Venus

En la tranquila noche mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

"¡Oh, reina rubia! díjele , mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar".
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.

Ruben Dario -Rimas XII





Rimas XII


¿Que no hay alma? ¡Insensatos!
Yo la he visto: es de luz...
(Se asoma a tus pupilas
cuando me miras tú.)

¿Que no hay cielo? ¡Mentira!
¿Queréis verle? Aquí está.
(Muestra, niña gentil,
ese rostro sin par,
y que de oro lo bañe
el sol primaveral.)

¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia!
Yo he contemplado a Dios...
(En aquel casto y puro
primer beso de amor,
cuando de nuestras almas
las nupcias consagró.)

¿Que no hay infierno? Sí, hay...
(Cállate, corazón,
que esto bien, por desgracia,
lo sabemos tú y yo.)

miércoles, 7 de octubre de 2015

Ruben Dario - El canto errante


El canto errante 





El cantor va por todo el mundo 

sonriente o meditabundo. 



El cantor va sobre la tierra 

en blanca paz o en roja guerra. 



Sobre el lomo del elefante 

por la enorme India alucinante. 



En palanquín y en seda fina 

por el corazón de la China; 



en automóvil en Lutecia; 

en negra góndola en Venecia; 



sobre las pampas y los llanos 

en los potros americanos; 



por el río va en la canoa, 

o se le ve sobre la proa 



de un steamer sobre el vasto mar, 

o en un vagón de sleeping-car. 



El dromedario del desierto, 

barco vivo, le lleva a un puerto. 



Sobre el raudo trineo trepa 

en la blancura de la estepa. 



O en el silencio de cristal 

que ama la aurora boreal. 



El cantor va a pie por los prados, 

entre las siembras y ganados. 



Y entra en su Londres en el tren, 

y en asno a su Jerusalén. 



Con estafetas y con malas, 

va el cantor por la humanidad. 



En canto vuela, con sus alas: 

Armonía y Eternidad.



Ruben Darìo - El Poeta Pregunta Por Stella





El Poeta Pregunta Por Stella

Lirio divino, lirio de las Anunciaciones; 

lirio, florido príncipe, 
hermano perfumado de las estrellas castas, 
joya de los abriles. 

A ti las blancas dianas de los parques ducales; 
los cuellos de los cisnes, 
las místicas estrofas de cánticos celestes 
y en el sagrado empíreo la mano de las vírgenes. 

Lirio, boca de nieve donde sus dulces labios 
la primavera imprime: 
en tus venas no corre la sangre de las rosas pecadoras, 
sino el ícor excelso de las flores insegnes. 

Lirio real y lírico 
que naces con la albura de las hostias sublimes, 
de las cándidas perlas 
y del lino sin mácula de las sobrepellices: 
¿Has visto acaso el vuelo del alma de mi Stella, 

la hermana de Ligera, por quien mi canto a veces es tan triste?
  





Ruben Darío - España

                

       España 

Dejad que siga y bogue la galera 
bajo la tempestad, sobre las olas: 
va con rumbo a una Atlántida española, 
en donde el porvenir calla y espera. 

No se apague el rencor ni el odio muera 
ante el pendón que el bárbaro enarbola: 
si un día la justicia estuvo sola, 
lo sentirá la humanidad entera. 

Y bogue entre las olas espumeantes, 
y bogue la galera que ya ha visto 
cómo son las tormentas de inconstantes. 

Que la raza está en pie y el brazo listo, 
que va en el barco el capitán Cervantes, 
y arriba flota el pabellón de Cristo.

Ruben Darío - Gaita Galaica




                         


                                                              Gaita Galaica 


Gaita galaica, sabes cantar 
lo que profundo y dulce nos es. 
Dices de amor, y dices después 
de un amargor como el de la mar. 

Canta. Es el tiempo. Haremos danzar 
al fino verso de rítmicos pies. 
Ya nos lo dijo el Eclesiastés: 
tiempo hay de todo: hay tiempo de amar, 
tiempo de ganar, tiempo de perder, 
tiempo de plantar, tiempo de coger, 
tiempo de llorar, tiempo de reír, 
tiempo de rasgar, tiempo de coser, 
tiempo de esparcir y de recoger,
tiempo de nacer, tiempo de morir.

Ruben Dario - Heraldos

      Heraldos 



¡Helena! 

La anuncia el blancor de un cisne. 



¡Makheda! 
La anuncia un pavo real. 



¡Ifigenia, Electra, Catalina! 
Anúncialas un caballero con un hacha. 



¡Ruth, Lía, Enone! 
Anúncialas un paje con un lirio. 



¡Yolanda! 
Anúnciala una paloma. 



¡Clorinda, Carolina! 
Anúncialas un paje con un ramo de viña. 



¡Sylvia! 
Anúnciala una corza blanca. 



¡Aurora, Isabel! 
Anúncialas de pronto 
un resplandor que ciega mis ojos. 



¿Ella? 
(No la anuncian. No llega aún).


Ruben Darìo - Ite, Missa Est



                                                                                                             
                                                                                                                 Ite, missa Est 

Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa, 
virgen como la nieve y honda como la mar; 
su espíritu es la hostia de mi amorosa misa, 
y alzo al són de una dulce lira crepuscular. 

Ojos de evocadora, gesto de profetisa, 
en ella hay la sagrada frecuencia del altar: 
su risa en la sonrisa suave de Monna Lisa; 
sus labios son los únicos labios para besar. 

Y he de besarla un día con rojo beso ardiente; 
apoyada en mi brazo como convaleciente 
me mirará asombrada con íntimo pavor; 

la enamorada esfinge quedará estupefacta; 
apagaré la llama de la vestal intacta 
¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!

Ruben Dario - J.J. Palma

                           J.J. Palma 


Ya de un corintio templo cincela una metopa, 
ya de un morisco alcázar el capitel sutil, 
ya, como Benvenuto, del oro de una copa 
forma un joyel artístico, prodigio del buril. 

Pinta las dulces Gracias, o la desnuda Europa, 
en el pulido borde de un vaso de marfil, 
o a Diana, diosa virgen de desceñida ropa, 
con aire cinegético, o en grupo pastoril. 

La musa que al poeta sus cánticos inspira 
no lleva la vibrante trompeta de metal, 
ni es la bacante loca que canta y que delira, 

en el amor fogosa, y en el placer triunfal; 
ella al cantor ofrece la septicorde lira, 
o, rítmica y sonora, la flauta de cristal.

Ruben Darìo - La Calumnia




La Calumnia 


Puede una gota de lodo 

sobre un diamante caer; 
puede también de este modo 
su fulgor oscurecer; 
pero aunque el diamante todo 
se encuentre de fango lleno, 
el valor que lo hace bueno 
no perderá ni un instante, 
y ha de ser siempre diamante 
por más que lo manche el cieno.




Ruben Darío - La canción de la noche

La canción de la noche 

¿Qué barco viene allá? 
¿Es un farol o una estrella? 
¿Qué barco viene allá? 
Es una linterna tan bella 
¡y no se sabe adónde va! 

¡Es Venus, es Venus la bella! 
¿Es un alma o es una estrella? 
¿Qué barco viene allá? 
Es una linterna tan bella... 
¡y no se sabe adónde va! 

¡Es Venus, es Venus, es Ella! 
Es un fanal y es una estrella 
que nos indica el más allá, 
y que el Amor sublime sella, 
y es tan misteriosa y tan bella, 
que ni en la noche deja la huella 
¡y no se sabe adónde va!

Ruben Darìo - La Cartuja


                                                                                                                           La Cartuja


Este vetusto monasterio ha visto, 
secos de orar y pálidos de ayuno, 
con el breviario y con el Santo Cristo, 
a los callados hijos de San Bruno. 

A los que en su existencia solitaria 
con la locura de la cruz, y al vuelo 
místicamente azul de la plegaria, 
fueron a Dios en busca de consuelo. 

Mortificaron con las disciplinas 
y los cilicios la carne mortal, 
y opusieron, orando, las divinas 
ansias celestes al furor sexual. 

La soledad que amaba Jeremías, 
el misterioso profesor de llanto, 
y el silencio, en que encuentran armonías 
el soñador, el místico y el santo, 

fueron para ellos minas de diamantes 
que cavan los mineros serafines, 
a la luz de los cirios parpadeantes 
y al son de las campanas de maitines. 

Gustaron las harinas celestiales 
en el maravilloso simulacro, 
herido el cuerpo bajo los sayales, 
el espíritu ardiente en amor sacro. 

Vieron la nada amarga de este mundo, 
pozos de horror y dolores extremos, 
y hallaron el concepto más profundo 
en el profundo «De morir tenemos». 

Y como a Pablo e Hilarión y Antonio, 
a pesar de cilicios y oraciones, 
les presentó, con su hechizo, el demonio 
sus mil visiones de fornicaciones. 

Y fueron castos por dolor y fe, 
y fueron pobres por la santidad, 
y fueron obedientes porque fue 
su reina de pies blancos la humildad. 

Vieron los belcebúes y satanes 
que esas almas humildes y apostólicas 
triunfaban de maléficos afanes 
y de tantas acedias melancólicas. 

Que el Mortui estis del candente Pablo 
les forjaba corazas arcangélicas 
y que nada podía hacer el diablo 
de halagos finos o añagazas bélicas. 

¡Ah!, fuera yo de esos que Dios quería, 
y que Dios quiere cuando así le place, 
dichosos ante el temeroso día 
de losa fría y Resquiescat in pace! 

Poder matar el orgullo perverso 
y el palpitar de la carne maligna, 
todo por Dios, delante el Universo, 
con corazón que sufre y se resigna. 

Sentir la unción de la divina mano, 
ver florecer de eterna luz mi anhelo, 
y oír como un Pitágoras cristiano 
la música teológica del cielo. 

Y al fauno que hay en mí, darle la ciencia 
que al Ángel hace estremecer las alas. 
Por la oración y por la penitencia 
poner en fuga a las diablesas malas. 

Darme otros ojos; no estos ojos vivos 
que gozan en mirar, como los ojos 
de los sátiros locos medio-chivos, 
redondeces de nieve y labios rojos. 

Darme otra boca en que queden impresos 
los ardientes carbones del asceta; 
y no esta boca en que vinos y besos 
aumentan gulas de hombre y de poeta. 

Darme otras manos de disciplinante 
que me dejen el lomo ensangrentado, 
y no estas manos lúbricas de amante 
que acarician las pomas del pecado. 

Darme otra sangre que me deje llenas 
las venas de quietud y en paz los sesos, 
y no esta sangre que hace arder las venas, 
vibrar los nervios y crujir los huesos. 

¡Y quedar libre de maldad y engaño, 
y sentir una mano que me empuja 
a la cueva que acoge al ermitaño, 
o al silencio y la paz de la Cartuja!